Si hace unas semanas publicabamos un articulo de nuestro gran amigo del Valle de Ayora, Carlos Feuerriegel, titulado Murciélagos alados, hoy de nuevo disfrutamos de otro, titulado Pajaritos fritos. Aquí os los dejo, pasen y lean.
“La primavera silenciosa” fue uno de los libros que en mi juventud
más me impresionaron. En él, su autora, Rachel Carson, denunciaba la
desaparición de nuestras pequeñas aves cantoras de los campos agrícolas
cultivados con métodos intensivos . Tanto la disminución del número de
insectos por los plaguicidas como la desaparición de la flora silvestre
por los herbicidas, reducían las fuentes de alimento de jilgueros,
verderones, verdecillos o pinzones, entre otras muchas especies.
En España, por aquellos tiempos, década de los sesenta y setenta del
pasado siglo, nuestra autora podría haber añadido una causa más para
sembrar nuestros campos de silencio : en los bares de los pueblos, como
aquí en Ayora, se ofrecían “pajaritos fritos” como una tapa más de la
variada gastronomía popular. Aquello aparentemente pasó, pero las
amenazas no.
Mientras escribo esto, nos encontramos
en plena época de captura de aves cantoras silvestres en la Comunidad
Valenciana. Porque se capturan cada año para meterlas en jaulas y
dedicarlas,en teoría, a los concursos de canto, pero en la realidad
también a su consumo , ayer como hoy, fritos y sin pasar por la pizarra
de ofertas de los bares. Hoy se comen en casa y sin llamar la atención.
Nuestra nueva Consellera, la Sra. Elena Cebrián, la
que se suponía que traería nuevos aires a una Conselleria de Medio
Ambiente con larga tradición de saqueo del territorio valenciano,
probablemente no leyó el libro que arriba citaba. A ella ya le pilló más
lejana su publicación, y se nota. La Orden 28/2016 que lleva su firma y
regula esta caza de pájaros cantores, autoriza este año y hasta finales
de 2018 la captura de unos cuarenta y cuatro mil pajarillos cantores
cada año para poder abastecer con sus trinos esas operaciones triunfo de
la infamia. Y si hasta este año la captura se podía realizar durante
veinte días, ahora se puede hacer durante cincuenta y nueve. Eso sí la
captura es con carácter “excepcional”; la excepcionalidad de la
normalidad. De los controles mejor no hablar. Si nuestros avezados
funcionarios de la Conselleria no fueron capaces de detectar todos los
incumplimientos en las cortas de pinos para la llamada biomasa que se
hicieron durante dos años en la Sierra de Enguera, hoy paralizadas,
¿serán capaces de controlar el número de pajarillos cazados por los
amantes del canto encadenado? Respóndanse ustedes mismos.
No alcanzo a entender como una Conselleria que dice querer trabajar
por la defensa de la naturaleza y que tiene entre sus altos cargos a
personas que han estado cercanas al movimiento ecologista valenciano
puede dar por buena esta inercia agravada en la perpetuación de unas
prácticas que , sencillamente, tienen que ser desterradas. Ni más ni
menos que como en Cataluña donde no se autorizan ya las capturas. Y digo
agravada porque las condiciones reguladores son , este año y los dos
próximos, todavía peores que los años precedentes.
Unas
tres mil solicitudes se presentaron en la Conselleria para realizar las
capturas en el año anterior. Me pregunto si también valdrán tres mil
firmas para sacar adelante cualquier otra propuesta desoladora y fúnebre
como esta. Aun así, hay motivos para alegrar esas caras. Algo de aire
fresco y nuevo se ha colado en los despachos viciados de la Conselleria:
se mantiene la prohibición de cegar a los pajarillos capturados para
que canten mejor y con más ánimo. ¡Todo un detalle de amor por esas
pequeñas vidas que nos conmueve! Cierto que los fritos ya no cantarán
pero los supervivientes, al menos, podrán ver la cara del que los
capturó . No cabe duda que vamos mejorando. A eso le llaman
transparencia informativa.
Carlos Feuerriegel.